
Adopción
Tarde, 23 de junio de 2022
“Y no sólo ellos, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, es decir, la redención de nuestro cuerpo.”—Romanos 8:23
Incluso en este mundo los santos son hijos de Dios, pero los hombres no pueden descubrir que lo son, excepto por ciertas características morales. La adopción no se manifiesta, los hijos aún no se declaran abiertamente.
Entre los romanos, un hombre podía adoptar a un niño y mantenerlo en privado durante mucho tiempo: pero había una segunda adopción en público; cuando el niño fue llevado ante las autoridades constituidas, se le quitaron las vestiduras anteriores, y el padre que lo tomó por hijo le dio ropa adecuada a su nueva condición de vida.
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser.” Todavía no estamos vestidos con la ropa que corresponde a la familia real del cielo; estamos usando en esta carne y sangre exactamente lo que vestimos como hijos de Adán; pero sabemos que “cuando él se manifieste”, que es el “primogénito entre muchos hermanos”, seremos semejantes a él, lo veremos tal como él es.
¿No te imaginas que un niño sacado de los estratos más bajos de la sociedad y adoptado por un senador romano se dijera a sí mismo: “Anhelo el día en que seré adoptado públicamente. Entonces dejaré estas prendas plebeyas y me vestiré como corresponde a mi rango senatorial”? Feliz en lo que ha recibido, por eso mismo gime para conseguir la plenitud de lo que le es prometido.
Así es con nosotros hoy. Estamos esperando hasta que nos pongamos nuestras vestiduras apropiadas y seamos manifestados como hijos de Dios. Somos jóvenes nobles y aún no hemos usado nuestras coronas. Somos novias jóvenes, y aún no ha llegado el día de las bodas, y por el amor que nos tiene nuestro Esposo, nos lleva a añorar y suspirar la mañana nupcial.