Jesús me sustituyó en la cruz
Tarde, 21 de junio de 2022
“Sin embargo, el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos. Y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo.”— 2 Timoteo 2:19
El fundamento sobre el cual descansa nuestra fe es este, que “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a ellos sus pecados”.
El gran hecho en el que se basa la fe genuina es que “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, y que “también Cristo padeció por el pecado, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios”; “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su propio cuerpo sobre el madero”; “Porque el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.
En una palabra, el gran pilar de la esperanza del cristiano es la sustitución. El sacrificio vicario de Cristo por los culpables, Cristo hecho pecado por nosotros para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él, Cristo ofreciendo un verdadero y apropiado sacrificio expiatorio y sustitutivo en la habitación, lugar y lugar de tantos como el Padre le dio, que son conocidos por Dios por su nombre, y son reconocidos en sus propios corazones por su confianza en Jesús: este es el hecho cardinal del evangelio.
Si se eliminara esta base, ¿qué podríamos hacer? Pero permanece firme como el trono de Dios. Lo sabemos; descansamos en él; nos regocijamos en él; y nuestro deleite es sostenerlo, meditar en él y proclamarlo, mientras deseamos ser impulsados y movidos por la gratitud en cada parte de nuestra vida y conversación.
En estos días se hace un ataque directo a la doctrina de la expiación. Los hombres no pueden soportar la sustitución. Rechinan los dientes al pensar en el Cordero de Dios cargando con el pecado del hombre. Pero nosotros, que conocemos por experiencia la preciosidad de esta verdad, la proclamaremos en desafío a ellos con confianza e incesantemente.
No lo diluiremos ni lo cambiaremos, ni lo desperdiciaremos de ninguna forma o manera. Seguirá siendo Cristo, un sustituto positivo, que lleva la culpa y el sufrimiento humanos en lugar de los hombres. No podemos ni nos atrevemos a renunciar a ella, porque es nuestra vida y, a pesar de toda controversia, sentimos que “sin embargo, el fundamento de Dios permanece firme”.