Oír y guardar la Palabra
Mañana, 24 de junio de 2022
“Y aconteció que, mientras él decía estas cosas, una mujer de la multitud alzó la voz y le dijo: Bendito el vientre que te llevó, y las mamas que mamaste. Pero él dijo: Más bien, bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.”—Lucas 11:27, 28
Algunos imaginan con cariño que debe haber implicado privilegios muy especiales el haber sido la madre de nuestro Señor, porque supusieron que ella tuvo el beneficio de mirar dentro de su mismo corazón de una manera en la que no podemos esperar hacerlo.
Puede haber una apariencia de plausibilidad en la suposición, pero no mucha. No sabemos que María supiera más que los demás; lo que sabía lo hizo bien en guardarlo en su corazón; pero ella no aparece de nada de lo que leemos en los evangelistas como una creyente mejor instruida que cualquier otro de los discípulos de Cristo.
Todo lo que ella sabía también podemos descubrirlo. ¿Te sorprende que debamos decir eso? Aquí hay un texto para probarlo: “El secreto del Señor está con los que le temen, y él les hará saber su pacto”.
Recuerde las palabras del Maestro: “Ya no os llamaré siervos; porque el siervo no sabe lo que hace su Señor; mas yo os he llamado amigos; porque todas las cosas que he oído de mi Padre, os las he dado a conocer.”
Este Divino Revelador de los secretos nos dice su corazón tan bienaventuradamente, que no retiene nada que nos sea de provecho; su propia seguridad es: “Si no fuera así, te lo habría dicho”. ¿No se manifiesta hoy a nosotros como no lo hace al mundo?
Incluso es así; y por tanto no clamaremos ignorantemente: “Bendito el vientre que te dio a luz”, sino que inteligentemente bendeciremos a Dios porque, habiendo oído la Palabra y guardado la misma, tenemos ante todo una comunión tan verdadera con el Salvador como la Virgen. tenía, y en segundo lugar un verdadero conocimiento de los secretos de su corazón como se puede suponer que ella obtuvo.
¡Alma feliz de ser tan privilegiada!