Preservados (protegidos) en Cristo Jesús
Mañana, 20 de junio de 2022
“Porque, he aquí, mandaré, y zarandearé la casa de Israel entre todas las naciones, como se zarandea el grano en una criba, pero ni el grano más pequeño caerá sobre la tierra.”—Amós 9:9
Cada zarandeo viene por mandato y permiso divino. Satanás debe pedir permiso antes de poder poner un dedo sobre Job. Es más, en cierto sentido, nuestros zarandeos son directamente la obra del cielo, porque el texto dice: “Cazaré la casa de Israel”.
Satanás, como un esclavo, puede agarrar la criba, con la esperanza de destruir el grano; pero la mano dominante del Maestro está logrando la pureza del grano por el mismo proceso que el enemigo pretendía ser destructivo. Grano precioso, pero mucho tamizado de la tierra del Señor, consuélate con el bendito hecho de que el Señor dirige tanto el mayal como el tamiz para Su propia gloria y para tu beneficio eterno.
El Señor Jesús ciertamente usará el abanico que está en su mano, y dividirá lo precioso de lo vil. No todos son Israel los que son de Israel; el montón en el piso del establo no es alimento limpio y, por lo tanto, se debe realizar el proceso de aventado. En el tamiz sólo el verdadero peso tiene poder. Las cáscaras y la paja, desprovistas de sustancia, deben volar ante el viento, y sólo quedará el maíz sólido.
Observa la completa seguridad del trigo del Señor; incluso el grano más pequeño tiene una promesa de conservación. Dios mismo zarandea, y por lo tanto es un trabajo severo y terrible; los zarandea en todos los lugares, “entre todas las naciones”; los zarandea de la manera más eficaz, “como se zarandea el grano en una criba”; y sin embargo, a pesar de todo esto, no se permite que caiga al suelo ni el grano más pequeño, ni el más ligero, ni el más arrugado.
Cada creyente individual es precioso a los ojos del Señor, un pastor no perdería una oveja, ni un joyero un diamante, ni una madre un hijo, ni un hombre un miembro de su cuerpo, ni el Señor perderá uno de sus redimidos gente.
Por pequeños que seamos, si somos del Señor, podemos regocijarnos de que somos preservados en Cristo Jesús.